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La Navidad, señores

Por Edistio Cámere, director de Antesala.


“No avanzamos hace minutos. ¡Qué tráfico éste! Fíjate qué dice el Waze”. Responde el otro: “Toda Lima se pone así en vísperas de la Navidad – hace una breve pausa y continúa – ¿por qué dejaremos las compras para el último momento?”. El silencio se hace notar en el automóvil, por fin en movimiento. “El ajetreo es por pocos días y, además, la idea es llegar a Nochebuena con algún detalle para los seres queridos”, puntualizó la joven madre con su hijo en brazos.

 

Sin duda, la compra y venta los días previos a Navidad es una cacofonía. La disonancia, la reiteración y hasta la monotonía marcan el compás. Por eso, pintar el cuadro de un día de comercio navideño reclama a un Hamelin de las palabras. En cambio, -aunque suene paradójico – donde se intuye armonía y ritmo es en cada protagonista de las compras, quien conoce “el qué”, el motivo y el destino de los obsequios. Esta condición de autodeterminación en el marco de un significativo número de personas que realizan similares acciones, se manifiesta con cierta anarquía y descompostura; sin embargo, tal apariencia se convierte en sinfonía en cada hogar, cuando el padre abraza a su hija, le entrega el regalo acompañado de una sentida frase: ¡Feliz Navidad!

 

Espigando la paja comercial que está a la base de los obsequios navideños, lo cierto es que el regalo es un don que se ofrece a título gracioso, sin que medie mérito alguno, tan solo la efusión del cariño que busca expresar, a través de un detalle: ¡qué alegría que estés conmigo!  La actividad febril de la compra-venta va decreciendo a medida que se encima la celebración de la Nochebuena. Es natural que así sea: es la hora de las familias. Cada cual celebra las Navidades con un “toque” que las distingue de las otras; empero la mayoría de familias coinciden en que todos sus miembros se disponen a que el otro “la pase bien” ese día. Las muestras de amor van tomando, con sencillez y naturalidad, posición en las relaciones interpersonales. El hombre es capaz de amar porque primero fue amado. El existir es una muestra palmaria de que la vida es un regalo. La familia también es don y misterio. Con ocasión de la celebración del nacimiento de Jesús, la Navidad, los tonos y matices del amor – como el aire – no se ven, pero se sienten. Dios ingresó a la historia de la humanidad como cualquier ser humano: acogido y recibido por una mujer en el seno de una familia. Pudo hacerlo de otro modo, teniendo el poder prefirió, sin embargo, hacerse “como uno de nosotros” elevando a tal categoría la dignidad de la persona, de la vida cotidiana y de la realidad temporal, el mundo… por el que transitó treinta y tres años.

 

La Navidad, señores, es una celebración religiosa, histórica y familiar. Por cualquiera de las tres razones se debe procurar mantener vigente su prestancia y talante. Los católicos, además se, alegran porque Dios, el Emanuel, está con nosotros

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