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LA EDUCACIÓN Y LA SOCIEDAD

Por Edistio Cámere, director de Antesala.


El quehacer educativo no termina con la enseñanza. Si su fin fuese sólo la instrucción, los logros serían fácilmente comprobables. De su entorno socio-familiar, el alumno recibe sensaciones y percibe malestares, pero poco entiende de sus causas y justificaciones. Un niño, por ejemplo, no se hace cargo de las razones por las cuales sus padres deciden separarse; tan solo advierte que no se quieren, que no lo quieren o, que uno de ellos no volverá más.


En los días que corren, da la impresión de que la sociedad ha perdido el rumbo, quizá porque se ha olvidado de un pequeño gran detalle: el norte. La falta de dirección, el desgobierno, la crisis de valores, la corrupción, etc. impactan en el ciudadano de a pie y en las instituciones públicas y privadas que, paulatinamente, van relajando su misión de servicio y el cumplimiento de sus obligaciones.


Ciertamente, a la educación se le plantea el reto de mostrar a los jóvenes que los valores existen independientemente de las conductas y las opiniones.  ¿En qué fundamentar este aserto? La matemática, el lenguaje ni los grandes discursos o campañas nacionales – aunque de su utilidad nadie discute – serán los que directamente responderán a los problemas sociales. La clave es ir por delante, revelando con el ejemplo los valores que vale la pena encarnar. Los niños y los jóvenes reclaman referentes significativos de quienes aprender. La condición de significativo remite a personas que manifiestan afecto y tengan autoridad. En la escuela, es el docente quien está más próximo e influye en el alumno.


En un entorno cambiante e incierto, la figura del profesor debe transmitir seguridad y esperanza. La seguridad la logra conduciendo y convocando al alumno a lo que le es propio, el estudio. Y la esperanza, mostrando que, mediante el esfuerzo, el trabajo, el cultivo de las virtudes, se construye el futuro en el presente. En su ambiente próximo e inmediato el joven debe ver en los adultos, reflejados en acto los valores.


Carlos Llano – filósofo mexicano - solía decir: “estamos más pendientes de las decisiones que se toman en el gobierno, de lo que dicta el mercado y de lo que dicen los medios de comunicación y olvidamos que las grandes decisiones se toman en la familia, en la escuela y en ámbito personal”. Que un joven siga creyendo, decida graduarse y trabajar por su país, es una decisión capital a la cual se contribuye desde la educación. 


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